lunes, 13 de mayo de 2013

PREMIOS SIN TRAMPA NI CARTÓN



  Por Cristina M. Sacristán


  Esta noche entregan los Premios Max. Yo, en realidad, hoy iba a hablarles de otra cosa, pero por un imponderable eso tendrá que esperar... así que, si me lo permiten, quiero aprovechar el inciso para contarles por qué me gusta tanto el teatro.
   Caminando por la Acrópolis de Atenas, hace años, me reafirmé en por qué siempre me ha fascinado tanto este género, que te deja boquiabierto con los textos de Valle-Inclán, de Miguel Mihura y qué decir de las exquisitas perlas que parió García Lorca. Sí, sí, que me estoy dejando a Shakespeare, y al Esperando a Godot y a la arrebatadora Madre Coraje. Por supuesto, todos ellos, y más, tienen cabida entre las tres paredes. Desde Sófocles hasta la representación más postmoderna. Y el musical. O la danza teatro, sí.
   Yo no pretendía contarles nada que no sepan, tan sólo explicarles, y tratar de contagiarles, por qué valoro tanto a esos locos que se suben a un escenario, cuando les duele la tripa, cuando tienen fiebre, cuando se les ha muerto un ser querido; abandonando por temporadas su casa, a su gente, sus rutinas, para ir, de pueblo en pueblo, casi con el carromato (Ay, Carmela), para hacer reír o para hacer llorar. Para hacer sentir.
   O, como diría Forges, para "hacer pensar, pensar, pensar"...
   Paseando por Atenas lo vi aún más claro: hace muchos siglos, y en el XVI, y en el XIX, y actualmente, quien se dedica a las artes escénicas es casi como una reencarnación. Es decir, que el primer Edipo Rey sería representado por personas que no usaban teléfono móvil, ni necesitaban internet para comunicarse. Pero, al igual que ahora, soñarían, harían el amor, sufrirían con el desamor, con el desencanto, por una pérdida. Seguro que reirían ante un buen chiste y abrazarían con toda su alma en las despedidas.
   Y para todo eso no necesitaban telecomunicaciones...
   Ahí están, ante nosotros, contándonos de qué va esto de la vida; razonando, compartiendo sentimientos y disquisiciones. Ejerciendo de seres humanos, soltando saliva al aire, sudando cuando el foco les apunta. Desnudos, sin ambages... como en la Acrópolis y en El Globo londinense. Exactamente igual.
   El otro día le oí a Ana Diosdado que no le gustan las normas. Quizás por eso me gusta ella, quizás por eso me gusta lo que hace. Sin límites, más que los espaciales. Hasta donde la imaginación aguante...
   Y seguramente por eso me encanta el teatro: seres humanos en estado puro, sin trampa ni cartón.
   Y, ahora sí, hago mutis. Larga vida a las artes escénicas... y mucha mierda para todos.




La gran Sara Baras, en su espectáculo 'La Pepa'.



  Página Premios Max
  Revista Artez: El Periódico de las Artes Escénicas
  Imprescindible: 'Noviembre', de Achero Mañas
  Blog David Barbero (periodista y dramaturgo)
  Web Teatro Arriaga (la 'bombonera' de Bilbao). Crónica de los 125 años del Teatro Arriaga (Deia, mayo 2015)
  Markeliñe y el yin y el yang de Cervantes (Deia, 9 de enero de 2015)
  Web Pabellón nº 6


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