viernes, 27 de septiembre de 2013

COSAS (GERMANAS) A TENER EN CUENTA



Los alemanes están decidiendo cómo organizarse en los próximos cuatro años. Tachados de serios y distantes, especialmente en Berlín muestran su cara más abierta y dulce. En Gea Photowords podrán leer, a partir de mañana, una radiografía de la sociedad alemana actual, y aquí les invito a un paseo por sus calles, entre sus gentes. Una población muy avanzada, que se guía por la lógica y la cultura




Texto y fotos: Cristina M. Sacristán




Los Verdes creen que Alemania es "reciclable" y los socialistas invitan a decidir, hace días, junto al Grassi Museum de Leipzig.

   Como cantaría Soledad, de Presuntos Implicados, ¿qué nos ha pasado? Una colega dice que nuestros problemas se arrastran desde los Reyes Católicos, y Eduard Punset me confirmaba que el lastre que nos pesa es centenario, más allá del dictador bajito y gordo. La cuestión es que, cuanto más viajo, más compruebo la extraordinaria capacidad que tenemos en la Península Ibérica para desorganizarnos, para tirar la toalla, para ni siquiera cogerla, para quejarnos, para criticar (desde la barra del bar), para esperar a que vengan a luchar por nuestros propios sueños. Para que éstos lluevan desde el cielo, mágicamente...

  Con ese caldo de cultivo se han encontrado nuestros ineficaces y pillastres políticos. Un contexto impensable en Noruega o en Alemania -los gestores han de ser eficientes, y son mirados con lupa-, donde, ya ven, un primer ministro puede jugar a ser taxista por un día sin ser linchado por los ciudadanos. Por Oslo, los políticos pasean por la calle como uno más y toman el transporte público en su condición de currantes. No están ahí por el poder, sino para administrar los bienes de la comunidad.

  ¿Se puede generalizar en el caso de los alemanes? Sufrimos muchos estereotipos, tal y como me decía el lunes la responsable de Visit Berlin Julia Rautenberg, y cuanto más cosmopolita es el entorno, más se diluyen. En mi condición de periodista capciosa y buscadora de realidades he observado con mucho interés, durante algo más de una semana, los comportamientos de alemanes de diferentes pelajes en sus hábitats, dos escenarios distintos: una Berlín multicultural e intensa y un Leipzig relajado, musical y entretenido. En la metrópoli, excepto algunas personas bastante mayores, lo corriente es que te hablen perfectamente en inglés, lo que facilita la comunicación. Es la ciudad de Alemania más bilingüe, aunque hace años pude comprobar que el área de Aachen y Colonia, tan estudiantil y congresual, también es muy anglófona.




Unas chicas pasean junto a Tacheles, en Oranienburgerstrasse.



  En Berlín conviven 187 nacionalidades, y tiene mucho de New York City cosmopolita. En Leipzig, tan llena de actividades de ocio y, de forma destacada, conciertos en plena Ruta de las Partituras, la comprensión se ralentiza, pero la actitud, en general, es sonriente y cálida.

   Sí es cierto que toparemos con algún oriundo borde o pasado de rosca -el metro berlinés muestra cómo ciertas personas abusan de la bebida en estos países avanzados pero muy fríos-, si bien lo más común es que te abran paso si te ven tirando de la maleta, que te dejen salir primero si estás en el hall de un edificio, que guarden la cola organizadamente, que esperen a que termines de meter tus papeles en el bolso para hacer sus preguntas en el mostrador o en la barra del bar, que te hablen con un tono suficiente para que les oigas pero armoniosamente, que te indiquen una dirección con un gran interés, que te sonrían de forma simpática en cuanto les dices una palabra en alemán. En un grupo de cinco alemanes y uno que no lo es, los alemanes hablarán en inglés automáticamente.



La milla de Muro que queda, en la East Side Gallery berlinesa, es muy visitada. En ella, la creatividad es desbordante.




   Por otra parte, siempre, invariablemente, encontraremos papel higiénico en los limpios WC, aunque se trate de un local underground y nocturno, y muy a menudo encenderán una velita a la mesa del restaurante. Prácticos pero sutiles, los alemanes suelen recibirte con educación y buen gusto. Ante todo, educación y buen gusto: a la hora de servir la mesa, cuando arreglan una habitación, al atenderte en una recepción... Y qué decir de los museos y los conciertos de música clásica. En este último caso no se oye ni el vuelo de un mosquito. Son silenciosos y tremendamente respetuosos con las expresiones culturales, y las llevan tan dentro que les salen por los poros. A diferencia de muchos de nuestros paisanos, mal que nos pese, en Centroeuropa la Cultura está incluida, de serie, en la sangre, en las células. No saben vivir sin ella, no saben de recortes y ni siquiera se cuestionan este punto. No ningunean la Educación.

  Todo lo contrario. De Pirineos para arriba lo habitual es que dé igual hablar con el camarero que con el mensajero, que con el ministro: todos tienen una conversación nutrida y respetuosa. Generalmente, en un inglés sin dudas, interiorizado. Y, como me decía María, una economista casada con un ingeniero en Colonia, "aquí un título universitario te abre puertas". Así lo he comprobado, como periodista: acceso amplio a museos, un trato excelente en espectáculos culturales, una gran valoración ante el trabajo de reportera.




Misha Ullman ideó este espacio de estanterías vacías  en memoria de los 20.000 libros quemados por los nazis.


  Precisamente hablamos de ello en la famosa Varieté de Leipzig. Diversos actores, músicos y acróbatas representan 'Train', una ingeniosa performance en la que combinan un fino sentido del humor y peripecias diversas, de tal forma que los mensajes en alemán son comprensibles por el contexto. En los bises, nos lanzan unas pompas de jabón, como en un guiño tierno... Por las calles de Leipzig, los cantautores sacan sus canciones con buenas voces y guitarras certeras. La herencia de Bach, Wagner, Schumann y Mendelssohn se percibe por sus pavimentos empedrados y sus rincones de cuento...

   Me cuesta encontrar objeciones a la forma de vida alemana. Severos con los estudios, exigentes en los trabajos, algo serios bajo la capa de nubes... Dicen que fríos, pero, como apunta la artista Ana G. Pineda, si un alemán te dice o te da, suele ser de verdad, no por pasteleo... Ellos no pierden el tiempo en tonterías. Envidiable esa estación central de trenes berlinesa, así como su complejo pero certero sistema de transporte urbano. Los alemanes tienen el arte de simplificar lo complicado. Aunque luego, al final, le pongan una flor. Fíjense en la ternura con que llevan en brazos a sus niños, ellos y ellas, y en la forma mimosa, casi naif, con que te dicen "hallo". Y otro aspecto, que tienen en común con otros países anglófonos, es que los mayores sólo tienen el pelo blanco: circulan en bici, suelen llevar ropa cómoda y moderna, no son ostentosos. Aquí la apariencia no prima. Sí el sentido común y la practicidad.

  Famosos por sus ingenieros y sus filósofos, los alemanes se esfuerzan y trabajan duramente. Sobre todo en Berlín, muestran mucho interés por la política, se sienten partícipes de ella. Sí es verdad que algunos tienen una visión de la gestión de Angela Merkel algo sesgada, aunque los berlineses suelen ser más críticos. Y luego, ya, se sientan, en plena entrada del otoño, a tomar una inmensa cerveza en una terraza. O se besan dulcemente en el parque, o disfrutan de un concierto con elegantes actitudes de bailarines de ballet...

 


Jardín con flores coloristas frente a un monumento a Wagner, en la musical Leipzig.




Desde mañana, sábado 28, reportaje de la Alemania post-electoral en Gea Photowords
Definiendo Berlín...  (El Tintero, 20 de septiembre)
Próximamente, reportajes sobre el arte en Berlín y una galería fotográfica
Impotencia y otros reportajes y entrevistas sobre Cultura, Viajes, Políticas y DD.HH.





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